martes, diciembre 4

AQUÍ NO HAY GATO ENCERRADO

Pese a mi ya sabido gusto por la pluma (no de pajarito, ah) me rehusé por mucho tiempo a relatarles mis múltiples experiencias felinas. Ahora bien, orgullosísimos de mí mis familiares, los E., no tienen sosiego en expresar lo magno que soy, eso sin contar la insistencia de parientes lejanos, camaradas, compañeros de trabajo y demás fanaticada he decidido aperturar este breve espacio de expresión. Debo confesar que debido a mis innumerables ocupaciones no tuve tiempo de acudir a la escuela durante mi infancia (aunque todos sabemos que en el caso de los gatos es innecesario puesto que nosotros nacemos sabiendo) por ello soy un poco lento en la escritura, sobre todo electrónica, así que sin más remedio recurro a mi fiel asistente Anasia para dirigirles estas previas (y también las subsiguientes) líneas.
Como comprenderán, pequeñas ardillas salvajes, el tiempo no es algo que sobreabunde en mi vida. En este preciso instante iré a consumir mis balanceados alimentos para luego relevarle el turno a mi compañero de trabajo. Nosotros somos vigilantes profesionales, un oficio del cual me enorgullezco. Esta semana me toca rondar la cuadra por la tarde, eso me da tiempo por las noches para engalanar con mi canto a cierta minina que me eriza los bigotes de loca pasión, otro día les contaré esa perturbadora historia. Ahora debo irme no sin antes hacerles saber que dirigirme a ustedes hoy fue tan jocundo en su caso como en el mío.
Arrumacos felinos

No hay comentarios: