Lunes por la noche. Mi asistente y yo nos encontrábamos debidamente arropados para entregarnos de lleno al sublime placer del sueño. Como siempre, instantes previos me lavé la carita y engominé mi retinto pelaje con amilasa salival. Extendí mis garritas para abrazarme a su tobillo-almohada y lancé el suspiro que suele dar pase a melifluos momentos como ése. Ya había notado que mi pequeña Anasia aún estaba pestañeando muy concentrada mirando el techo.
- Moreno - me dice.
- ¿Ah?- le digo en gatuno, o sea muevo mi orejita, temiendo ya lo peor.
- ¿Tú crees que sea muy difícil cantar Gopher como lo hace Ima Súmac?
- Ni se te ocurra -le digo mientras me coloco de lado hacia la izquierda, pero como la restricción fue siempre su mejor carta pase, comenzó...
- Parararán pam pom pom
- (...)
- Parararán pam pom pom
- (...)
Como notarán iba llegando el temido momento cumbre (si no es Ima Súmac quien tiene la osadía, recalco) y lo hizo. Sí, pequeñas ardillas salvajes, mi asistente se atrevió a llegar a la parte más aguda de la canción sin tener la más remota afinación. Del susto y los nervios se me pararon sistemáticamente los pelos desde el cogote hasta la punta de la cola mientras me levantaba de un brinco de la cama y huía raudo como si me persiguiera una estampida de rottweilers. Ella, presa del éxtasis, ni se percató.
- Aaaaaala, ¡lo hice!, ¿oíste, Ptolo?....¿Ptolo?...
Quedé tocado. Tomo agüita de valeriana como limonada. Quien va a castrar a alguien ahora, soy yo.
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Arrumacos felinos
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